Rabat, qué ver en la sorprendente capital de Marruecos
Aterrizamos en Rabat cuando ya estaba anocheciendo y cogimos un taxi para ir hasta la medina, que es donde habíamos reservado el riad. El taxi nos costó 200 dirhams (unos 20 euros) después de regatear un poco con el taxista, pero ese es el precio habitual que cobran por las noches, mientras que de día se puede hacer el trayecto por 150 dirhams, según nos dijeron en el mostrador de información del aeropuerto.
El taxi nos dejó en una de las puertas de la medina porque los coches no pueden entrar en su interior y allí nos vino a buscar una chica del riad para guiarnos hasta el alojamiento, que está en medio del laberinto de callejuelas que forman la ciudad vieja. El riad que reservamos a través de booking se llama ‘Esmeralda by Dar Ouezzani’ y es muy recomendable.
Esa noche solo dimos una vuelta por la medina y fuimos a cenar al restaurante Dar Naji, sin duda el mejor de todos los que probamos durante este viaje a Marruecos y una visita obligada si vais a Rabat. Está frecuentado por locales y turistas, su decoración es muy agradable y sirve platos típicos de la gastronomía marroquí a buen precio.
Al día siguiente, después de disfrutar de un buen desayuno en el riad, empezamos a visitar Rabat, una ciudad que a pesar de ser la capital de Marruecos no figura en los principales circuitos turísticos por el país, pero que nos sorprendió gratamente porque es muy bonita y cuenta con muchos puntos de interés.
El lugar más visitado es seguramente el mausoleo de Mohamed V, al que se puede llegar fácilmente caminando desde la medina y además es gratis. En el mausoleo está enterrado Mohamed V, artífice de la independencia de Marruecos y abuelo del actual rey, Mohamed VI. También está enterrado Hasán II, que fue el segundo rey del país y el padre del actual. El mausoleo está custodiado por guardias reales y es un edificio imponente de mármol blanco en cuyo interior se ve la tumba de Mohamed V situada en el centro de una sala inferior.
En el mismo recinto del mausoleo se encuentra la Torre de Hasán, que es el gran icono de Rabat. Fue un proyecto fallido del sultán almohade Yaqub al-Mansur, que en el siglo XII quiso construir la segunda mezquita más grande del mundo, pero se quedó inacabada a su muerte. Aun así, el gran minarete de 60 metros de altura que pretendía levantar ha perdurado hasta nuestros días, aunque reducido hasta una altura de 44 metros. Alrededor de la torre se extiende la explanada de la mezquita, salpicada de decenas de columnas inacabadas, que le dan un aspecto muy curioso.
Desde el recinto del mausoleo y la Torre de Hasán se obtienen buenas vistas del río Bu Regreg y de las modernas edificaciones que el rey Mohamed VI está construyendo en sus riberas en un intento de transmitir una imagen vanguardista del país de cara al Mundial de fútbol 2030, que Marruecos organizará junto a España y Portugal.
Entre esos iconos arquitectónicos destaca la torre Mohamed VI, un rascacielos de 250 metros de altura y el tercer edificio más alto de África, que se levanta en Salé, la ciudad vecina de Rabat al otro lado del río. También es símbolo de los nuevos tiempos el Gran Teatro Real, una de las últimas obras de la fallecida arquitecta iraquí Zaha Hadid.
Desde la Torre de Hasán fuimos caminando por La Corniche de Rabat, el paseo fluvial que discurre junto al río y llega hasta la Kasbah de los Oudayas. Es un paseo muy agradable en el que se pueden contemplar los barcos de pescadores, la silueta de la vecina Salé y las murallas de la medina de Rabat. El paseo termina en la citada Kasbah, la fortaleza que se erige sobre el Atlántico y que es otro de los grandes atractivos de la ciudad.
La Kasbah de los Oudayas es un pequeño laberinto de calles peatonales y blancas fachadas que puede ser un remanso de paz después de haber visitado la medina. Se accede por la impresionante puerta Bab Oudaya, del siglo XII, y situada en lo alto de una escalinata.
Vale la pena explorar todos los rincones de la kasbah hasta llegar a un mirador desde el que se obtienen fabulosas vistas del Atlántico, de la playa de Rabat y del cementerio. No hay que irse de la kasbah sin visitar los Jardines Andalusíes, que recuerdan a la Alhambra de Granada.
Enfrente de la Kasbah se encuentra la medina de Rabat, que es el lugar más pintoresco de la ciudad, un complejo entramado de estrechas callejuelas en el que es muy fácil desorientarse. La medina está repleta de viejas tiendas de especias, ropa, alfombras, cuero, queserías, artesanía y todo tipo de comercios, incluidas por supuesto las tiendas de souvenirs o de camisetas de fútbol. Cada esquina puede ser una sorpresa y lo mejor es guardar el mapa en el bolsillo y perderse sin rumbo por su interior. Entre los lugares destacados de la medina se encuentran el Mercado Central, la Gran Mezquita, el Zoco o la avenida Mohamed V, que es la calle principal y la más concurrida.
Otros lugares destacados de Rabat son la necrópolis de Chellah, un conjunto de ruinas que datan de la época romana y fenicia sobre las que se construyó un necrópolis benimerí, o el Palacio Real, del que solo se puede ver la entrada principal.
A última hora de la tarde y después de todo el día recorriendo la ciudad, fuimos a recoger las maletas al riad y cogimos un petit taxi para ir a la estación de Rabat-Agdal, la moderna estación de ferrocarril desde donde salen los trenes de alta velocidad Al Boraq, que cogimos para ir a Tánger.
En los petit taxi solo pueden ir tres pasajeros como máximo, así que si sois más tendréis que coger dos taxis, pero no es un problema porque son muy baratos. Desde la medina a la estación de Rabat-Agdal solo cuestan 2-3 euros.
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