Chefchaouen, qué ver en el pueblo azul de Marruecos

Chefchaouen.


Desde Rabat llegamos a Tánger en solo hora y media con el tren de alta velocidad Al Boraq y en la moderna estación de Tanger-Ville, muy parecida a la de Rabat-Agdal, cogimos un taxi para ir al riad que habíamos reservado en la medina. Llegamos ya de noche y la visita a la ciudad la dejamos para el último día del viaje porque primero queríamos ir a Chefchaouen, así que ese día solo utilizamos Tánger como escala para dormir y cenar cerca de nuestro riad, en el restaurante Kebdani, un establecimiento pequeño y casero muy recomendable.

El taxi desde la estación de tren nos costó 100 dirhams (10 euros) y además negociamos con el taxista el precio para que al día siguiente nos llevara a Chefchaouen. Después de regatear un poco acordamos que nos llevaría por 50 euros y también pactamos el mismo precio para la vuelta, dos días después, así que el viaje de ida y vuelta de Tánger a Chefchaouen en taxi privado nos salió por 100 euros.

Hay otras formas más baratas para ir a Chefchaouen, como el autobús o los taxis compartidos, pero el taxi privado es la más cómoda y rápida. El precio de 50 euros por trayecto puede parecer caro, pero es el que suelen cobrar habitualmente los taxistas porque hay que tener en cuenta que es un viaje largo de unas dos horas de duración. Si vais cuatro en el taxi, no sale tan mal de precio.

El riad en el que dormimos en Tánger se llama Dar Laghrib y está muy bien situado en la entrada de la medina, cerca del puerto y de la kasbah. Aunque no tiene tanto encanto como el de Rabat, es un buen sitio para alojarse. Además, el dueño nos permitió dejar las maletas gratis dos días después, a la vuelta de Chefchaouen, para poder visitar Tánger con tranquilidad el último día antes de coger el vuelo de regreso a España.

Tras hacer noche en Tánger, a la mañana siguiente nos vino a buscar el taxista al parking de la vieja medina para llevarnos a Chefchaouen. Tardamos dos horas en llegar por una carretera que está en muy buen estado, prácticamente desdoblada con dos carriles por sentido durante todo el trayecto. Por el camino se pasa por Tetuán y una vez dejada atrás la antigua capital del protectorado español de Marruecos, el paisaje se vuelve cada vez más montañoso porque Chefchaouen se encuentra rodeada de las montañas del Rif.

Las montañas del Rif, de camino a Chefchaouen.


Al llegar a Chefchaouen, el taxista nos dejó en la puerta del hotel que teníamos reservado, Al Khalifa, que se encuentra en la parte alta del pueblo, justo donde empieza la medina. Aunque no tiene el encanto de los riads, es un hotel con buena relación calidad-precio, buena ubicación y un desayuno muy completo.

También conocido como Chaouen, Chefchaouen es uno de los pueblos más bonitos de Marruecos, famoso por su medina de calles azules y por su relajado ambiente rural. Aunque es uno de los lugares más turísticos del país y eso se nota en las calles repletas de turistas y tiendas de souvenirs, el pueblo ha logrado mantener su esencia y un encanto que atrapa a cualquier viajero. Además, muchos turistas visitan el pueblo en excursiones de un día y se marchan al atardecer, cuando el ambiente se vuelve aún más relajado.

¿Y qué se puede hacer en Chefchaouen? Pues caminar y caminar por su espectacular medina de color azul, un laberinto con miles de rincones mágicos que volverían loco a cualquier instagramer o apasionado de la fotografía. Hay algunos callejones que aparecen en todas las guías turísticas, como el callejón El Asri, que realmente es muy bonito, pero hay decenas de callejones como ese igual o más encantadores, así que no hace falta obsesionarse con encontrar los que figuran en los folletos turísticos porque hay muchos que no salen y que también son preciosos. Como ocurre en todas las medinas de Marruecos, pero en esta con más motivo, lo mejor es guardar el mapa en el bolsillo y perderse sin rumbo por todos sus rincones.

En las calles principales suele haber siempre muchos turistas paseando, pero en cuanto te pierdes un poco por las callejuelas aledañas puedes encontrarte completamente solo, acompañado únicamente por los cientos de gatos callejeros que deambulan por la vieja medina. Como curiosidad, Chefchaouen conserva todavía muchas reminiscencias de su pasado colonial español y se puede apreciar, por ejemplo, en los nombres de las calles, muchos de origen español, como 'Calle Entre Acequias' o 'Callejón de las Flores'. Incluso en las placas del callejero todavía se puede leer 'Ayuntamiento de Chefchaouen' escrito en español.

Medina de Chefchaouen.


Tienda de orfebrería en una calle de Chefchaouen.


Macetas en un portal azul.


Venta de alfombras.


El callejón El Asri.


Callejuelas de la medina de Chefchaouen.


Grafiti junto a la puerta de una casa.


Paseando por la medina.


Tiendas en la calle.


Otro callejón de un intenso color azul.


Sacos con diferentes tintes.


Calle con nombre español.


Para orientarse por Chefchaouen siempre sirve como punto de referencia la plaza Uta el Hamman, auténtico epicentro de la medina. Es una plaza adoquinada rodeada de restaurantes con terraza, ideales para comer o tomar un té a la menta por la tarde. Esta plaza siempre es un hervidero de gente y de actividad y está presidida por la kasbah, la vieja alcazaba del pueblo. La entrada a la kasbah vale 8 euros y realmente no merece la pena pagar el precio porque dentro solo hay un pequeño jardín y un museo sin demasiado interés. Junto a la kasbah está la Gran Mezquita, con un bonito minarete octogonal desde donde llaman a la oración a los fieles. Otra plaza bonita de la medina es la de El Hauta, con soportales a los lados y una bonita fuente de planta cuadrada en el centro.

Fuera de la medina se puede visitar el antiguo lavadero del pueblo, Ras el Maa, donde hay una pequeña cascada junto a un viejo molino y una agradable terraza para tomar algo escuchando el sonido del agua. Si vais con niños, es un buen sitio para que corran y se entretengan jugando junto al río.

Desde Ras el Maa parte un camino que sube por la montaña y lleva hasta la Mezquita Española, que nunca ha llegado a funcionar como tal, pero que es un excelente mirador desde el que se obtienen magníficas panorámicas de Chefchaouen. La mezquita, que fue construida por los españoles a finales de los años 20 del pasado siglo, está a un kilómetro de la medina y se puede llegar fácilmente en 10-15 minutos caminando.

La verdad es que Chaouen nos encantó y es un pueblo en el que merece la pena pasar, como mínimo, una noche. Si vais con niños, seguro que disfrutarán un montón. Durante nuestra estancia comimos y cenamos en varios restaurantes y os podemos recomendar el Twins, que está en la plaza Uta el Hamman, y el restaurante Assaada, los dos con buena relación calidad-precio. Lo peor de Chaouen es que no nos pudimos tomar ninguna cerveza en los dos días que estuvimos porque al ser Ramadán durante nuestra visita, los pocos restaurantes que suelen vender alcohol tampoco tenían. Eso sí, el té a la menta y los dulces de las pastelerías están de muerte.

Plaza Uta el Hamman.


Un gatito descansando.


Cuadros expuestos en la calle.


Una callejuela con arcadas


Plaza El Hauta.


Escenas de Chefchaouen.


Más cuadros en la calle.


El antiguo molino Ras el Maa.


De camino a la mezquita española.


Vistas de Chefchaouen de camino a la mezquita española.


Un pastor con su cabra.


Los montes que rodean Chefchaouen.


Llegando a la mezquita española.


Panorámica de Chefchaouen desde la mezquita española.


El paisaje de los alrededores del pueblo.


El taxi que nos vino a recoger a la puerta del hotel para regresar a Tánger.


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