Al llegar al muelle de San Jorge desde la isla de Ometepe cogimos otro taxi para ir a Rivas, desde donde parten los autobuses hacia San Juan del Sur. El taxista nos recomendó que en lugar de esperar al bus fuéramos a San Juan en un colectivo, taxis compartidos que parten cuando se llenan con cuatro pasajeros y que esperan junto al mercado de Rivas. Fue un buen consejo porque esos colectivos son rápidos, mucho más cómodos que el bus y solo cuestan 50 córdobas por persona (2 dólares).
En solo media hora llegamos a San Juan del Sur, el destino de playa más popular de Nicaragua. El pueblo se extiende a lo largo de una bonita bahía abierta al Pacífico y la playa está llena de restaurantes con terraza, ideales para tomarse una cerveza al atardecer viendo fantásticas puestas de sol.
Sin embargo, todos estos restaurantes tienen desagües que van a parar directamente al mar por lo que la playa del pueblo no es demasiado atractiva para el baño. Para disfrutar de mejores playas hay que salir del pueblo, ya sea alquilando un medio de transporte, taxi o contratando una excursión.
San Juan del Sur también cuenta con multitud de bares para salir de copas por la noche, que suelen llenarse de jóvenes estadounidenses en la estación seca (diciembre-abril). En la época de lluvias (mayo-noviembre) la mayoría están vacíos y solo en fin de semana se suelen animar un poco. Esa escasez de turistas permite, en cambio, disfrutar de descuentos en hoteles, restaurantes y excursiones.
Nosotros nos alojamos en el hotel Park Avenue Villas, regentado por un matrimonio de jubilados de Texas. En realidad es un aparthotel donde alquilan apartamentos con cocina a partir de 70 dólares, dependiendo de su tamaño y número de habitaciones. Como lo tenían casi vacío, nos dejaron una habitación por 50 dólares. No incluye desayuno, pero está impecable, tiene aire acondicionado y una pequeña piscina. También cuenta con una terraza con buenas vistas de San Juan del Sur.
Además de los bares de la playa y su ambiente nocturno, las calles de San Juan merecen un paseo para disfrutar de las coloridas fachadas de madera que lucen algunas casas, un vivo recuerdo de la antigua aldea de pescadores que antaño fue este pueblo.








Mural revolucionario en una fachada de madera.













Tampoco hay que dejar de subir al mirador de la bahía, situado en lo alto de una montaña y coronado por un Cristo Redentor visible desde el pueblo, al estilo Río de Janeiro. El paseo de tres kilómetros hasta el mirador cruza el río del pueblo por un puente colgante y luego empieza a ascender la colina por una empinada cuesta a través de una urbanización de chalets.
Para entrar al mirador te cobran, pero solo unos metros antes de llegar a la cima nace un pequeño sendero que desemboca en otro mirador gratuito con idénticas vistas. Las panorámicas de San Juan del Sur desde aquí son inmejorables.




Pero la razón principal para venir a San Juan del Sur es la playa y para eso, como hemos comentado, hay que salir del pueblo. Nuestra idea era alquilarnos una moto para visitar las playas por nuestra cuenta, pero nos alertaron de que eran bastante frecuentes los atracos a turistas por los aislados caminos de los alrededores del pueblo. Para ir en moto te recomiendan ir en grupo, así que desistimos. Ir en taxi también lo descartamos porque es caro, entre 20 y 30 dólares.
La mejor opción es ir al hostel Casa de Oro, donde organizan a diario traslados a las playas en una camioneta. El billete solo cuesta 5 dólares (ida y vuelta) y tienen diferentes horarios para elegir, tanto para la ida como para la vuelta. Hay muchas playas tanto al norte como al sur de San Juan del Sur, aunque las más populares son playa Hermosa y playa Maderas. Nosotros fuimos un día a cada una.

Playa Hermosa, como su nombre indica, es una preciosa y extensa franja de arena parda bañada por las olas del Pacífico. Hay que pagar tres dólares por acceder a ella, pero a cambio se pueden utilizar los servicios que ofrece un pequeño hotel a pie de playa, el único establecimiento de la zona. Eso incluye baños, taquilla, duchas y hamacas. También tiene restaurante y venden bebidas. Si lo que se desea es tranquilidad absoluta, uno puede alejarse del hotel y caminar un par de kilómetros hasta el final de la playa.





Playa Maderas es la más apreciada por los surfistas y no hay que pagar entrada. La auténtica playa Maderas, donde te deja la camioneta, no vale demasiado. Es pequeña, llena de piedras y con fuerte oleaje, ideal para practicar surf. Aquí también hay un sencillo hotel lleno de surfistas y un par de restaurantes. Sin embargo, caminando hacia la derecha durante 20 o 30 minutos a través de pequeñas calas de roca se puede llegar hasta magníficas y solitarias playas de arena blanca, ideales para tumbarse a la bartola. Eso sí, aquí no hay bar ni restaurante que valga, así que hay que llevar abundante agua.









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