Wismar

Al tercer día de estar en Hamburgo fuimos a recoger el coche de alquiler que habíamos reservado por internet a una oficina de Avis cercana a nuestro hotel. Nos dieron un Peugeot 2008 con el que abandonamos la ciudad para empezar a recorrer el norte de Alemania.

Nuestra primera parada fue la ciudad hanseática de Wismar, que nos recibió con frío, lluvia y niebla, así que pudimos visitarla muy superficialmente porque los niños no se llevan demasiado bien con eso de las inclemencias meteorológicas.

Wismar está a 120 kilómetros de Hamburgo y se tarda poco más de una hora en llegar. Se encuentra a orillas del mar Báltico, en el estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, que en su día perteneció a la República Democrática de Alemania (RDA).

Si vais por la autopista, veréis una señal donde antiguamente se encontraba la frontera entre las dos Alemanias que os recuerda que estáis cruzando el desaparecido Telón de Acero.


Carretera de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, cerca de Wismar.

La ciudad de Wismar fue una de las más importantes de la Liga Hanseática en la Edad Media y de aquella época conserva todavía algunos edificios de arquitectura gótica báltica, como el campanario de Santa María o la imponente Nikolaikirche, la iglesia de San Nicolás.

También datan de la época algunas casas de comerciantes del centro histórico, que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y cuyas calles adoquinadas son muy agradables de recorrer, incluso bajo la lluvia.

El centro neurálgico de Wismar es la plaza del Mercado, conocida simplemente como Markt. Es una de las plazas más grandes del norte de Alemania y en ella destaca la fuente Wasserkunst, de estilo renacentista. Fue construida a finales del siglo XVI para abastecer de agua potable a la ciudad y se ha convertido en uno de sus símbolos.

Entre 1632 y 1803, Wismar estuvo bajo dominio del imperio sueco, que utilizó este enclave como punta de lanza al otro lado del Báltico y contribuyó también a ampliar el patrimonio histórico de la ciudad al construir algunos de los ornamentados edificios que se pueden ver por la zona histórica.


Pintorescas fachadas en la ciudad vieja de Wismar.


Iglesia del Espíritu Santo, una de las muchas que hay en Wismar.



Calle peatonal del centro.


La fuente Wasserkunst, en la plaza del Mercado.

La iglesia de Santa María solo conserva su torre campanario del siglo XIII.


Otra calle del centro de Wismar.

Algunos de los rincones más pintorescos de la ciudad se pueden ver en los alrededores del río Grube, un pequeño arroyo que desemboca en el puerto viejo y que discurre cerca de la iglesia de San Nicolás, de ladrillo rojo y la más grande de la localidad.

El coqueto puerto viejo, donde los pescadores amarran sus barcos, es otro lugar destacado. Algunos pescadores venden directamente desde sus barcos las capturas del día a los clientes. Es un buen sitio para comer bocadillos de pescado fresco.


El río Grube, a su paso por Wismar.


El río atraviesa parte del centro histórico.


Al fondo se alza la iglesia de San Nicolás, la más grande de la ciudad.


Anocheciendo en el puerto viejo de Wismar.

En Wismar nos alojamos en el hotel Zierow, que se encuentra fuera de la ciudad, a unos 8 kilómetros, cerca de las playas del Báltico. La habitación nos costó 80 euros, con desayuno incluido, y se puede aparcar gratis en la puerta. Solo teníamos tres camas individuales, pero eran grandes y juntándolas pudimos dormir bien los cuatro. El desayuno, muy completo, es, sin duda, lo mejor de este alojamiento.

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