Llegamos a Omsk a las 8.00 h. de la mañana en el tren 56 después de 12 horas de viaje (3.054 rublos / 75 euros). Nos acompañaron un anciano y un chaval joven, que ya se había tomado unas cuantas cervezas antes de subir al tren, y que no paró de hablar con nosotros en ruso. Aunque la comunicación era complicada, intercambiamos comida e impresiones. El tío alucinaba con que dos españoles, que según él viven rodeados de playas paradisiacas, se fueran de vacaciones a Siberia.
Al llegar a Omsk (3 horas más que en Moscú) dejamos las mochilas en la consigna de la estación y cogimos un trolebús para ir al centro. Omsk es la primera ciudad siberiana que visitamos y nos recibió con lluvia y un brusco descenso de las temperaturas. Por la mañana estábamos a unos 15 grados, aunque luego salió un poco el sol y se estaba mejor.
Omsk se encuentra cerca de la frontera con Kazajstán y es un importante centro industrial de más de un millón de habitantes construido en la confluencia de los ríos Irtish y Om. Las grandes avenidas destartaladas y los viejos bloques de hormigón dominan todo el extrarradio, pero el centro es más agradable para pasear. No vale la pena hacer noche, pero es una buena parada de un día para estirar las piernas y descansar del tren.
La ciudad cuenta con algunas iglesias interesantes, varios parques agradables y bonitas fachadas del siglo XIX en su casco histórico, situado al otro lado del río Om. Cerca del río también hay algunas terrazas para tomarte una cerveza contemplando la vida de los siberianos en una ciudad tan poco visitada por los extranjeros. En la ribera del contaminado río Irtish hay una sucia playa de arena.
La plaza de Lenin, dominada por el soviético Teatro de la Música, es otro lugar interesante. En uno de sus laterales se encuentra la antigua Duma de la ciudad, de ladrillo rojo. Cerca de la plaza están el monumento a la guerra, con la llama eterna, y una estatua de Lenin.
Al atardecer regresamos a la estación para coger el tren hacia Novosibirsk.
Al llegar a Omsk (3 horas más que en Moscú) dejamos las mochilas en la consigna de la estación y cogimos un trolebús para ir al centro. Omsk es la primera ciudad siberiana que visitamos y nos recibió con lluvia y un brusco descenso de las temperaturas. Por la mañana estábamos a unos 15 grados, aunque luego salió un poco el sol y se estaba mejor.
Omsk se encuentra cerca de la frontera con Kazajstán y es un importante centro industrial de más de un millón de habitantes construido en la confluencia de los ríos Irtish y Om. Las grandes avenidas destartaladas y los viejos bloques de hormigón dominan todo el extrarradio, pero el centro es más agradable para pasear. No vale la pena hacer noche, pero es una buena parada de un día para estirar las piernas y descansar del tren.
La ciudad cuenta con algunas iglesias interesantes, varios parques agradables y bonitas fachadas del siglo XIX en su casco histórico, situado al otro lado del río Om. Cerca del río también hay algunas terrazas para tomarte una cerveza contemplando la vida de los siberianos en una ciudad tan poco visitada por los extranjeros. En la ribera del contaminado río Irtish hay una sucia playa de arena.
La plaza de Lenin, dominada por el soviético Teatro de la Música, es otro lugar interesante. En uno de sus laterales se encuentra la antigua Duma de la ciudad, de ladrillo rojo. Cerca de la plaza están el monumento a la guerra, con la llama eterna, y una estatua de Lenin.
Al atardecer regresamos a la estación para coger el tren hacia Novosibirsk.























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