Montezuma


Después de hacer noche en Tamarindo continuamos el viaje hacia Montezuma, en el extremo sur de la península de Nicoya. La distancia es de 180 km y se tardan unas 3 horas y media en llegar. Es muy recomendable disponer de un coche todoterreno porque hay un tramo de 25 kilómetros sin asfaltar en muy mal estado, entre Playa Naranjo y Paquera.

Si no se dispone de vehículo 4x4 siempre se puede coger un ferry en Playa Naranjo para salvar ese tramo, pero se pierde bastante más tiempo. Además, los últimos 5 kilómetros entre Cóbano y Montezuma también son de camino de tierra.



Carretera hacia Montezuma.



Cartel indicando algunas playas de la península de Nicoya.



El tramo de carretera sin asfaltar.



Por el camino de tierra hacia Montezuma.


Montezuma es un diminuto pueblo formado por apenas tres o cuatro calles, bañado por el Pacífico y rodeado de una exuberante vegetación. Vive exclusivamente del turismo y prácticamente todas las construcciones son hoteles, bares o restaurantes. Suele estar frecuentado por turistas jóvenes en busca de un ambiente tranquilo y relajado. Algunos también llegan atraídos por la fama de Montefuma, el nombre extraoficial del pueblo por su tolerancia con la marihuana, que se puede comprar fácilmente por la calle.

Nosotros nos alojamos en el hotel El Sano Banano, que en temporada baja ofrece buenos descuentos. Normalmente la habitación doble cuesta 70 dólares, pero nos la dejaron por 50. Tiene aire acondicionado, un baño impecable y el desayuno está incluido. Además, con la llave de la habitación puedes ir a un lujoso resort cercano y bañarte gratis en su piscina.



Entrada a Montezuma.



Calle principal de Montezuma.



Tiendas y bares en todas las calles del pueblo.



Tenderetes en la calle.



Fachada del hotel El Sano Banano.



La piscina del resort, incluida en El Sano Banano.


El gran encanto de Montezuma son las preciosas playas y calas de los alrededores. Todas son muy pintorescas y fotogénicas, aunque la mayoría esconden rocas bajo el agua que complican el baño, sobre todo cuando el oleaje es fuerte.

Para no dejarse un dedo del pie en el mar, hay que alejarse un poco del pueblo, aunque no supone ningún esfuerzo porque el paseo a través de calas y playas solitarias es precioso y muy recomendable.

Caminando una media hora hacia el oeste se atravesará la reserva natural Wessburg, con playas de aspecto salvaje, antes de llegar a una extensa franja de arena oscura frecuentada por surfistas y adecuada para nadar porque el mar no esconde rocas traicioneras.



Pintoresca playa en los alrededores de Montezuma.



Playas de Montezuma.



El Pacífico baña las playas de Montezuma.



Atardeciendo en Montezuma.



Una panorámica del pueblo desde un saliente rocoso.



Cargando fardos en una lancha.



Recorriendo las playas más alejadas del pueblo.



Hay que salvar algún escollo rocoso para atravesar algunas calas.



Otra apetecible playa.



Bonito cabo rocoso.



Una playa de arena más blanquecina.



La jungla llega hasta el océano.



Otra vista del precioso litoral cercano a Montezuma.



Nuevo atardecer junto al mar.



El sol se oculta tras la jungla.



Cruzando la reserva natural Wessburg.



Reserva natural Wessburg.



Restos de temporales en la reserva natural Wessburg.



Playa virgen en la reserva natural Wessburg.


Otro lugar destacado son las cascadas de Montezuma situadas a un par de kilómetros del pueblo. El sendero para llegar hasta ellas está escondido en el bosque y es difícil de encontrar, lo que obliga a la mayoría de turistas, como fue nuestro caso, a optar por la opción más complicada, que es remontar el curso del río. Hay que llevar calzado adecuado porque las rocas húmedas son muy resbaladizas.

Nosotros nos quedamos en la primera cascada, que cuenta con una profunda poza para nadar o saltar de las rocas. Hay otras dos cascadas más arriba, pero se puso a diluviar y tuvimos que salir por patas del lugar. Para volver a Montezuma seguimos a unos lugareños que nos enseñaron el sendero del bosque y comprobamos lo pringados que somos todos los turistas que remontamos el río a la ida, porque este camino es mucho más sencillo.



Simpático cartel de bienvenida a las cascadas de Montezuma.



Si no se encuentra el sendero hay que trepar por las rocas para llegar a las cascadas.



Siguiendo el curso del río para llegar a las cascadas.



Y aquí aparece la primera cascada, ideal para el baño.



Cascada de Montezuma.


Otro día fuimos en coche a visitar Mal País, uno de los grandes paraísos surfistas de Costa Rica, situado a solo 15 kilómetros de Montezuma. Para llegar hay algunos tramos sin asfaltar, pero no son demasiado complicados sin un todoterreno.

El pueblo de Mal País no es más que un camino de tierra que discurre paralelo a la costa a lo largo de unos diez kilómetros salpicados de hoteles de surfistas. No tiene demasiado encanto salvo que seas un enamorado del surf. La playa, eso sí, es enorme y de un atractivo aspecto virgen y salvaje, casi siempre azotada por el viento y las olas.



Carretera de tierra hacia Mal País.



Llegando a Mal País.



Calle principal, y única, de Mal País.



Paseando por Mal País.



Mal País.



La enorme playa de Mal País.



Día de lluvia en Mal País.



Mucho oleaje en la playa de Mal País, ideal para surfear.

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