De La Habana a Pinar del Río

El coche que alquilamos en La Habana era una especie de Volkswagen Polo que chorreaba gasolina cuando se llenaba demasiado el depósito. A parte de eso no tuvimos ningún percance con él, excepto en el primer semáfaro. Acabábamos de salir del hotel donde alquilamos el coche y un semáfaro poco visible nos lo saltamos en rojo. A los 10 metros un policía nos paró y nos puso 30 euros de multa. Lo primero que pensamos es que como esa racha continuara, íbamos a devolver el coche, porque ya nos había salido por unos 800 euros. Afortunadamente no tuvimos más encuentros con polis cubanos.

El otro problema fue salir de La Habana. No hay prácticamente ningún cartel indicativo y los primeros pasos al volante son complicados hasta que te adaptas. Nos perdimos un montón de veces antes de encontrar la autopista hacia Pinar del Río. La única solución es preguntar continuamente a los cubanos que van de un sitio a otro caminando por la carretera.

A todos los cubanos que les preguntas cómo ir a un sitio, quieren montarse en el coche para que, de paso, les lleves a ellos. A veces apetece y montas a la gente sin problemas, pero cuando prefieres ir a tu aire hay un truco: preguntar sólo a los cubanos que caminan en dirección contraria...

De camino hacia Pinar del Río paramos en Soroa, que es una cascada donde te puedes bañar. Nosotros sólo comimos en el restaurante que hay antes de entrar y la cascada no la llegamos a ver porque te cobraban 10 pesos por acercarte. Por la tarde continuamos hasta San Diego de los Baños.


La autopista cubana, desde dentro del coche.

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