Viena

Volamos con Spanair y aterrizamos en el aeropuerto Schwechat de Viena sobre las tres de la tarde. Fuera de la terminal cogimos el tren que te lleva hasta la estación de Mitte, en el centro de la ciudad, en un cuarto de hora por 10 euros.

Desde la estación de Mitte fuimos en metro al hotel City Tabor, que habíamos reservado por internet. La doble con baño y desayuno nos salió por 58 euros la noche. Un hotel muy recomendable cerca del centro histórico.

Viena, corazón del imperio austrohúngaro, fue una de las ciudades más importantes del mundo durante el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial cuando la derrota de las potencias centrales desmembró el multinacional imperio de los Habsburgo en diferentes estados independientes.

La grandeza decimonónica de aquel imperio todavía es visible en las decenas de majestuosos palacios y edificios gubernamentales que salpican la ciudad. El Palacio Hofburg, en el centro de Viena, es su mayor exponente ya que fue la residencia de la monarquía austriaca durante seis siglos. En su interior se puede apreciar el lujo que rodeaba a los Habsburgo visitando los Kaiserappartements, el Tesoro Imperial o el Museo de Sisí. Eso sí, hay que pasar por caja para entrar a cada lugar.

Otro palacio destacado es el Belvedere, del siglo XVIII, que alberga el museo Oberes Belvedere, con obras maestras como El Beso de Gustav Klimt. Sus jardines también son muy agradables para pasear y detrás del palacio se monta un pequeño mercadillo navideño.

También vale la pena acercarse al Palacio Schonbrunn, construido a finales del XVIII y que encarna a la perfección el lujo y la opulencia de los emperadores. No en vano este palacio es conocido como el Versalles austriaco. Sus 1.441 habitaciones y sus interminables jardines derrochan 'glamour' por los cuatro costados. Se puede visitar la habitación privada de la emperatriz Sisí. La entrada cuesta 10 euros.

Para descansar de tanto palacio nada mejor que recorrer las calles del centro de Viena, que, aunque fueron destrozadas por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, han sido relativamente bien reconstruidas. Muchas son peatonales y están siempre repletas de gente. El centro histórico, conocido como el Innere Stadt, está presidido por la impresionante catedral gótica de San Esteban, del siglo XIV. Su torre de 137 metros ofrece unas magníficas panorámicas de Viena.

Emblemático es también el edificio del ayuntamiento, el Rathaus, de estilo neogótico, con una estilizada torre de más de 100 metros. A su alrededor se monta uno de los mercados navideños más populares de Viena.

Más moderno es el Hundertwasserhaus, un colorido bloque de apartamentos diseñado por el artista Friedensreich Hundertwasser, que también llenó de color una fea central térmica, que sigue echando humo en Viena, la Spittelau.

La capital austriaca también cuenta con muchos parques para pasear como el Pratter, un enorme bosque a orillas del Danubio, que antiguamente sirvió de coto privado de caza para los emperadores. Hoy día esconde el estadio Ernst-Happel, donde España conquistó la Eurocopa 2008, y un viejo parque de atracciones con la famosa noria, que aparece en la película El Tercer Hombre (8,50 euros, por subirse). Para contemplar el Danubio se puede parar en la estación de metro de Donauinsel, que te deja en una isla en medio del río.

Para comer no hay que dejar de visitar el concurrido Naschmarkt, un mercado callejero repleto de puestos de comida y restaurantes baratos, que está en funcionamiento desde el siglo XIV, cuando centralizaba el comercio de leche vienés.

Cuando cae la noche, sobre las cuatro de la tarde a finales de noviembre, se puede aprovechar para visitar los prestigiosos museos de Viena. El Kunsthistorisches es uno de los mejores del mundo y alberga obras de Rubens, Bruegel, Velázquez, Caravaggio... en un suntuoso palacio del siglo XIX. Enfrente está el palacio gemelo del Naturhistorisches, museo de historia natural, cuya joya es la Venus de Willendorf, de 25.000 años de antigüedad.

A dos pasos de estos museos se encuentra el Museums Quartier, una bonita plaza con bares que alberga el MUMOK de arte contemporáneo y el Leopold Museum, de arte moderno.

Para moverse por Viena se puede optar por la Viena Card, que cuesta 5,40 euros, y da derecho a utilizar cualquier transporte público (metro, bus y tranvía) durante 24 horas.


Atenea preside el Parlamento austriaco, del siglo XIX.


El Palacio Hofburg se levanta al fondo de la calle Kohlmarkt.


Patio interior en el Palacio Hofburg.


El archiduque Carlos a caballo.


Mercadillo navideño frente al Rathaus.


Viena está repleta de mercadillos navideños por estas fechas.


El museo Kunsthistorisches.


Un gran bloque de hormigón alberga la colección del MUMOK.


Palacio Belvedere.


Biblioteca Nacional de Austria.


Palacio Liechtenstein.


Calle Graden, una de las más comerciales de Viena.


Catedral de San Esteban, apretujada entre los edificios del centro histórico.


Se puede pasear en carroza por las calles de Viena.


Adoquinada calle del centro.


Viena también esconde algún rincón mágico.


Muchas esculturas adornan el centro de Viena.


Iglesia neogótica.


Barcos amarrados en el canal del Danubio.


Una torre defensiva de la Segunda Guerra Mundial sirve de museo.


Monumento soviético que conmemora la liberación de Viena de las garras del nazismo.


Palacio Schonbrunn.


Estatua en los jardines del Palacio Schonbrunn.


La noria de El Tercer Hombre, en el Pratter.


Mercado Naschmarkt.


En fechas navideñas los austriacos devoran el Punch, un vino caliente, en los mercadillos de las calles.


Los mercados navideños son preciosos cuando se iluminan por la noche.




Viena, París y Grecia en una trilogía

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