De Ulan Ude a Ulan Bator

Aunque sólo 400 kilómetros separan Ulan Ude de Ulan Bator, el viaje dura casi 24 horas debido a la lentitud del tren y a los trámites fronterizos para cruzar de Rusia a Mongolia. El tren sale a las 6 de la mañana de Ulan Ude y llega a Naushki, último pueblo ruso, poco antes del mediodía.


VÍDEO: Vistas desde el Transmongoliano de camino a Naushki.


En Naushki se separan los dos únicos vagones que cruzarán la frontera y se enganchan a otro tren que continuará el viaje hasta Ulan Bator. Esos dos vagones van prácticamente llenos de turistas occidentales y es fácil que te toque compartir camarote con otros viajeros. Hay muy buen ambiente.

A nosotros, sin embargo, nos tocó el gordo y tuvimos que compartir espacio con dos abuelas mongolas que llenaron el camarote de fardos. Empezaron a meter montones de cajas y bolsas llenas de libros viejos, juguetes rotos, ropa usada, un par de colchones, comida... Llevaban tantos fardos que las dos abuelas tuvieron que compartir la cama de abajo de su litera porque la de arriba estaba llena de cajas. A eso hay que sumar el resfriado de una de ellas, que no paraba de estornudar y escupir en pañuelos que amontonaba por el camarote. El olor a erizo muerto también fue inundando poco a poco la estancia. Las abuelas eran simpáticas, pero el ambiente dentro del camarote era claustrofóbico.

Al llegar a Naushki le pedimos a la provonitza del vagón que nos cambiara de sitio, pero al principio nos ignoró y luego nos pidió dinero por el favor. Decidimos dejarlo correr y aprovechamos la parada en la frontera para respirar aire puro. Mientras el tren está parado en Naushki se puede bajar a visitar el pueblo, una polvorienta población en medio de la nada, pero rodeada de un bonito paisaje de colinas boscosas.

Cerca de la estación hay una tienda donde venden bebidas y comida. A las cuatro hay que regresar al vagón para la inspección de pasaportes. Primero suben policías rusos a los que entregas el pasaporte junto con la tarjeta de inmigración con los correspondientes sellos del registro de visado, a los que no prestan demasiada atención. Luego suben militares que registran el vagón, pero de forma muy superficial. Cuando vieron los fardos de nuestras compañeras se marcharon asustados y ni siquiera le echaron un vistazo. Cuando se marchan los militares puedes volver a bajar del tren para estirar las piernas y al cabo de dos horas te devuelven el pasaporte con el sello de salida de Rusia. Entonces por fin el tren se pone en marcha y se cruza la frontera de Mongolia. Este nuevo tren no tiene vagón restaurante.


Parados en un pueblo perdido, de camino a Naushki.



Nuestro camarote lleno de fardos.


Estación de trenes de Naushki.



Realizando el cambio de vagones.



Un ternero pasta junto a las vías del tren.



Una calle de Naushki.



Las vías del ferrocarril transmongoliano.





Al llegar al puesto fronterizo de Mongolia se repite más o menos el proceso, aunque de forma un poco más fluida. Los militares mongoles se llevan tu pasaporte y te lo devuelven al cabo de una hora con el sello de entrada. También registran un poco el vagón sin demasiado interés.


Aduana en la frontera de Mongolia.



El tren vuelve a arrancar y en poco tiempo llega a la primera población mongola, la ciudad de Sukhbatar, donde se detiene otra horita. Se puede bajar y comprar algunas provisiones en la estación, llena de mongoles con fajos de billetes en la mano que cambian rublos por tugriks. Al regresar al tren ya era de noche y nuestro camarote una pocilga.

Una de nuestras compañeras ya dormía pegando unos ronquidos considerables, así que realizamos un último intento para que nos cambiaran de estancia. Por suerte la provonitza acabó cediendo y nos puso en otro compartimento con dos suizas, muy majas. Después de donde veníamos fue como dormir en un cinco estrellas. A las abuelas también les vino de puta madre porque pudieron dormir en una cama cada una. A las seis de la mañana el tren llega a la estación de Ulan Bator.

En Mongolia tienen la misma hora que en Irkutsk y Ulan Ude durante el invierno, pero en verano es una hora menos, ya que los mongoles no adelantan el reloj para adaptarse al horario de verano. En agosto son 4 horas más que en Moscú.

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